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892. Miércoles, 10 enero, 2007

 
Capítulo Octingentésimo nonagésimo segundo: "Dejar de fumar es la cosa más fácil de hacer. Debería saberlo porque lo he hecho miles de veces. (Mark Twain, 1835-1910, escritor norteamericano)

Ya lo he dicho en alguna ocasión: mi relación con el tabaco ha sido siempre la que los fumadores consideran una convivencia pacifica, tolerante y de buena voluntad por ambas partes: mi padre y mi hermano fumaban y los demás nos tragábamos sin rechistar la ración de humo que nos correspondía. Por lo tanto soy fumador a pesar de no haber fumado nunca (ni ganas de hacerlo), un dato que parece influir en que no me moleste lo más mínimo que, a pesar de los tiempos que corren, alguien encienda un cigarro a mi lado.

Pero los datos son los que son: en los países europeos se dedica más dinero a subvencionar el cultivo del tabaco que a investigar contra el cáncer y las dos cosas, nos guste (o no) mirar para otro lado -intereses creados aparte- van unidas: uno de cada diez fumadores muere de cáncer de pulmón.

Y empiezan a no servirme las disculpas que se buscan los fumadores para justificarse: fumar no es un riesgo que ellos asuman libremente. El tabaco es una droga, y una droga con un tremendo poder de adicción que la mayoría de las veces ha empezado en la adolescencia, una época en la que las defensas para este tipo de cosas no suelen ser las mejores. Y tampoco es un problema sólo de ellos. El coste, y no sólo económico, y el dolor que provoca un cáncer,-tan estúpido como evitable- en los que rodean al fumador, es una realidad.

No se trata de prohibir, nunca ha servido de nada prohibir las cosas, se trata simplemente de pensar un poco y, si se quieren matar con el tabaco, que lo hagan, están en su derecho, pero que no nos hagan a los demás tragar sus humos, sobre todo habiendo -que las hay- más maneras para "disfrutar" de semejante plantita.
- Por la nariz: el tabaco en forma de polvillo picante (bautizado como "rape") era la estrella en el siglo XVII en el que se consumía en grandes cantidades. Dicen que Napoleón gastaba más de cuatro kilos al mes. A pesar de producir cáncer de nariz su uso fue masivo hasta que aparecieron los cigarrillos.

- Masticado: posiblemente el más práctico ya que se puede disfrutar en plan "manos libres". Tuvo su época de esplendor en el siglo XIX (las "escupideras" formaban parte del mobiliario) aunque fue poco a poco olvidado posiblemente por sus inconvenientes: produce cáncer de lengua y de labios aparte de un color de dientes poco recomendable.

- Bebido: bien en licor (en Cáceres se fabrica con el nombre de "tabakito") o en infusión, como se hacía en algunas regiones del Amazonas para combatir la disentería. Al fin y al cabo el tabaco es un buen insecticida que acaba rápidamente con piojos y hormigas.

- Frotado: un buen emplasto a base de hojas de tabaco trituradas es un buen remedio (que ya usaban los indios americanos antes de la colonización) para tratar cortes, asma, migrañas, dolor de muelas, úlceras enfermedades de la piel y hasta la tiña.
Suma y sigue. Ninguno de ellos perjudica a los demás. Y ya que tienen otras muchas más opciones, que las usen. Así, todos contentos.