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885. Jueves, 21 diciembre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo octogésimo quinto: La memoria es el único paraíso del que no podemos ser desterrados. (Jean Paul, 1763-1825, escritor alemán)

Por aquí, por el muy agradable y educado occidente, donde el modelo de monogamias sucesivas (matrimonio-divorcio y/o viudedad-nuevo matrimonio) se impone de una forma aplastantemente legal, nunca ha estado bien considerado la poligamia.

Y algo de razón, al menos de razón practica, debe de tener tal consideración cuando ni en las sociedades en las que la susodicha poligamia es legalmente permitida, se practica de una manera mayoritaria.

Por más que las leyes del país lo permitan las mujeres están habitualmente casadas con un solo varón -y al contrario-. Incluso en aquellos pueblos donde el porcentaje de matrimonios polígamos es algo más elevado (aunque apenas lleguen al 5%) como ocurre con los bosquimanos, resulta que el aumento se debe a lo que llaman matrimonios asistenciales, una regla no escrita de la tribu por la que el hombre tiene que tomar por esposa a la viuda de su hermano. Una tradición como otra cualquiera.

Quizá el asunto sea puramente práctico, es mucho más fácil echar una canita al aire de vez en cuando con las mujeres de los demás que aguantar a tres propias en casa. A ver, en serio, ¿alguien se imagina dos o tres mujeres bajo el mismo techo, con el mismo hombre e intentando organizar la casa?

Por cierto, para prácticos-prácticos los de no sé que etnia que responden al nombre de twi. Resulta que si uno pilla in fraganti a su pareja echando la canita al aire de rigor, se puede llevar a los dos a casa como esclavos. Esas sí son costumbres prácticas y no la de regalar colonias en navidad. Por muy bien que huelan.