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796. Martes, 18 julio, 2006

 
Capítulo Septingentésimo nonagésimo sexto: "A veces unos puntos suspensivos a tiempo resultan más profundos que un verso archipensado" (Gabriel Celaya, 1911-1991 escritor español)

Dice una maldición yiddish: ¡Que pierdas todos los dientes menos uno, y que éste te duela!

Hoy y en esa línea, breve guía práctica para tener a mano estas vacaciones sobre algo que nunca se sabe cuando se va a necesitar, aunque casi seguro que se va a necesitar: "cómo insultar rápidamente en extranjero".

Los holandeses tienen una extraña costumbre de hacerlo (y, por lo tanto seguro que también le molestará que se lo digan): sugiriendo enfermedades. Hay que intentarlo con kankerleir ("portador de cáncer") o teringleir ("tuberculoso"). No falla.

Lo peor que se le puede decir a un irlandés: mallcht Chromaill ort ("que la maldición de Cromwell caiga sobre ti") mientras que si le dices a un francés chameau le estarás llamando "mal bicho" en toda su cara.

Pero si hay algo que moleste a todos los europeos en general es que les llamen calzonazos, dando a entender que el susodicho está dominado por su señora (algo que -tanta igualdad, tanta igualdad- no ocurre al contrario) mediante sutiles palabras según el idioma: pussywhipped (literalmente "azotado por el chocho") en inglés, o under toflen ("bajo las zapatillas") en danés.

Otra cosa que parece molestar a casi todos los habitantes de Europa es que les llamen "tacaños". Casi todos los idiomas tienen su palabra: pisse-vinaigre ("mea vinagre") o fedre rov ("culo empalagoso") en Dinamarca, pidocchio rifatto ("piojo rehecho") en Italia o ha izisi in isatacca ("tiene erizos de mar en los bolsillos)" en Córcega.

La lista es extensa, pero teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos uno no va a pretender mantener conversación con el interlocutor y que lo más normal (o lo más conveniente) será pronunciar la que corresponda mientras sales corriendo, conocer una por idioma pueden ser suficientes. Al menos para empezar.