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800. Lunes, 24 julio, 2006

 
Capítulo Octingentésimo: "Los párpados son persianas que nos protegen de la luz de la vida". (Ramón Gómez de la Serna. 1891-1963, escritor español)

Haber crecido en una ciudad de provincias habitualmente invadida, -en cada uno de sus rincones y a cualquier hora-, por bandas de turistas anfetamínicos empeñados en hacer, ver o probar cosas que jamás haríamos los propios del lugar, marca.

La guasa que nos gastábamos viendo a los excursionistas de turno acabar medio locos buscando el pegote de cemento con forma de rana sólo porque lo decía el mamotreto de guía que llevaban (mientras los aprovechados habituales les "buscaban" las carteras) o el cachondeo general imaginándonos la cara que pondrían cuando les llegara la cuenta por haber estado, según la sagrada recomendación de la misma guía, cinco minutos en una terraza de la Plaza Mayor pidiendo una tapita de jamón de Guijuelo cuando todos sabíamos que de jamón sólo tenía el precio, te hace jurarte una y mil veces que nunca acabarás como ellos.

Sin embargo y aunque uno se resista, la realidad es tozuda y por muy ridículos que nos parezcan a la menor ocasión resulta que nos convertimos en uno de ellos. Yo, a partir de esta misma tarde. Me voy de vacaciones.

Al menos intentaré no caer en algo mucho peor que parecer un turista: comportarse como tal. Aunque por mucho que intente adaptarme me temo que ni el más experto en simulacros sería capaz de pasar inadvertido en el sitio al que voy.


Vuelvo el 21 de agosto. Hasta entonces.