-   


  

784. Jueves, 22 junio, 2006

 
Capítulo Septingentésimo octogésimo cuarto: A los picapedreros, cuando les condenan a trabajos forzados, les obligan a escribir poesías. (Jaume Perich Escala, 1940-1995, humorista español)

Dicen las estadísticas que sólo un 3,5 % de las personas nunca se ha metido el dedo en la nariz para sacarse un moco. Nos lo creeremos. Gente rara (y mentirosa) hay en todas partes.

La cosa está perfectamente estudiada: nos hurgamos la nariz unas cuatro veces al día, aunque eso sí, por distintas causas. La más frecuente, sin duda, la de sacarse ese moco seco que tanto molesta, pero hay hasta quien se hurga por enfermedad (con nombre y todo: rinotilexomanía) y hay hasta quien confiesa meterse el dedo en la nariz para excitarse sexualmente. Tampoco extraña tanto, cosas más raras que meterse un dedo por algún agujero para "excitarse", se han visto.

Y estaba yo extasiado mirando semejantes datos cuando me ha asaltado una terrible duda/preocupación: ¿habrá algún apartado en tan completo informe que detalle con más o menos precisión, que hacemos con el "botín" después de capturarlo? Son muchos miles de toneladas de mocos sueltos cada minuto (resecos o líquidos, que de todo hay) como para no preocuparse por el tema.

Pues lo hay. Según el estudio un 28,6 % confiesa que los arroja al suelo y sólo un 7,6 % reconoce que los pega en lo que tenga más a mano. Nos lo creeremos, aunque basta mirar debajo de cualquier silla para comprobar -de primera mano- que, otra vez, gente rara (y mentirosa) hay en todas partes.

Pero lo que más me ha llamado la atención es el tanto por ciento de entrevistados que dicen poner en práctica la más limpia y ecológica solución a la hora de deshacerse de la mercancía nasal: un indiscreto 8% confiesa que no duda en comérsela. Por cierto, que sobre este particular el estudio aclara que, desde el punto de vista del gourmet, los mocos son toda una delicatessen, muy sabrosos, con un toque ligeramente salado y muy ricos en sodio y potasio.

Y no hagáis ascos ni os pongáis escrupulosos, que tire la primera piedra el que, aunque fuera de niño, no se ha comido sus mocos. (Y ya sólo para mentes abiertas, el chiste de siempre en estos casos: "dos en el parque besándose a tornillo apasionadamente. Uno le dice a otro: creo que me has pasado el chicle, a lo que el otro le contesta: No cariño, es que tengo catarro").