Capítulo Septingentésimo septuagésimo octavo: "La mayoría pedimos consejos cuando sabemos la respuesta, pero queremos que nos den otra." (Harry S. Truman, 1884-1972, empleado de banca, agricultor y 33º presidente de los EE.UU de América)Al final la verdad triunfa. Resulta que mis habituales problemas para venir al trabajo (a "
trabajar" ya uno ni se lo plantea) no estaban causados por ser un holgazán redomado y un vago sin remedio, no. Es que soy
clinómano.
Después de los correspondientes estudios clínicos, innumerables pruebas de laboratorio, búsqueda de posibles antecedentes y un detallado diagnostico diferencial con otras enfermedades que un servidor pudiera (o pudiese) padecer (entre ellas la
kirstakosteoepsomanía, - tendencia a retorcerse constantemente el bigote-, la
ganomanía, -obsesión por contraer matrimonio- o la
ginecomanía, -deseo sexual insaciable por una mujer-) el diagnostico parece claro: padezco
clinomania, una enfermedad crónica caracterizada por un solo síntoma: la inclinación o
afición exagerada a permanecer en la cama o en decúbito horizontal.
Ahora a ser bueno y a cumplir escrupulosamente el correspondiente tratamiento que, como en todas las manías, será largo, muy largo, y con una evolución lenta, muy lenta. Con un poco de suerte hasta la jubilación.