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761. Viernes, 19 mayo, 2006

 
Capítulo Septingentésimo sexagésimo primero: "La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena" (Francis Bacon 1561-1626, filósofo y político inglés)

Estar gordo es malo por cuestión de salud pero no tanto por una cuestión de estética. Al menos no tanto como nos quieren hacer creer. O al menos no para todos.

Lo que en otras épocas fue un generalizado canon de belleza: la gordura, hoy, aunque minoritario, sigue teniendo su público. Son los llamados "fat admires" (si son heteros) o los "chubby chasers" (si son gays), personas a las que les atraen sexualmente las formas "generosas" al margen de si ellos las tienen o no. Y si no que se lo pregunten a los lectores de "dimensions", una revista "rotunda" en el sentido más curvilíneo de la palabra.

La cosa tiene su miga. Resulta que uno está con su cuarto y mitad de alpiste para conservar el tipín y luego vas y te enamoras locamente, pongamos por caso, de un chaser.. Pues ya tenemos liado el problema. Mientras engordas y tal puedes haber perdido al hombre de tu vida.

Por eso estaba yo pensando que lo mejor sería que cada uno pudiera elegir el peso que quisiera tener en cada momento, para así no desperdiciar las (ya muy escasas) oportunidades de dejar pasar el amor por un quítame allá -o ponmé acá- unos cuantos kilos.

Pues asunto resuelto. He encontrado una página donde basta con introducir el peso de uno y al momento te dicen el sitio al que tienes que llevar a la pareja para que no pueda decirte "no" por cuestiones semejantes. Le gustan gordos: te declaras en Júpiter. Le gustan esqueléticos pues te lo llevas a Marte.. Y asunto arreglado.

Claro que habría que inventar antes la teletrasportación... pero vamos salvo por ese pequeño detalle técnico..

Hasta el lunes