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757. Viernes, 12 mayo, 2006

 
Capítulo Septingentésimo quincuagésimo séptimo: "El que ha perdido un ojo conoce el valor del que le queda" (George Herbert, 1593-1633, poeta inglés)

Los que pasamos de los veintidós (tranquilos, hablo de años no de centímetros), nos aferramos a cualquier cosa que pueda servirnos con tal de maquillar la realidad: los años pasan y todo se nos empieza a caer. O lo que es peor, a no levantarse todo lo que debiera..

Para salvar un poco esta situación se inventó lo de "edad biológica", término muy apañado para autoengañarnos, primero a nosotros mismos y después a todos los que se lo quieran creer ya que, generalmente, la "biológica" suele ser una edad mucho más "manipulable" (y por lo tanto mucho más interesante) que la del D.N.I.

Para establecerla hay miles de métodos aunque uno de los más sencillos consiste en medir el ángulo de inclinación del pene cuando alcanza la erección. El "experimento", que como estamos a viernes ( y en Madrid hasta con fiesta el lunes) podemos practicarlo este fin de semana con calma, no necesita más que una escuadra y algún pensamiento "agradable". Todo muy al alcance de la mano (y nunca mejor dicho).

No es difícil, simplemente se agarra el objeto a medir con una mano y con la otra se procede a la medición -con la escuadra- del ángulo que forma, teniendo en cuenta que la línea horizontal de la base del pene es el eje nulo. Así, y según sea el ángulo formado tendremos:


Y la cosa tiene su "aquel" científico: durante la erección, el cuerpo cavernoso del pene se llena de sangre, y eso lo convierte en el responsable último de la potencia sexual. Este tejido eréctil va cambiando con la edad al ir disminuyendo la calidad de los vasos, por eso se puede medir la "edad biológica" de una persona: basta con fijarse en si su erección se acerca más a la Torre de Pisa o a la Torre Eiffel.

Siguiendo la ley universal que dice: "órgano que no se usa se atrofia", está claro que aquél que quiera mantener la potencia sexual hasta edades avanzadas tendrá que practicar con toda la regularidad posible. Y no hay excusas que valgan: el hombre puede hacese a sí mismo cuando lo necesite sin excesivos problemas. Acostumbrados estamos, que hay cosas que nunca se olvidan.

Además ya que la tienes en la mano y has tenido que ponerla en "funcionamiento" para el experimento, puedes aprovechar y terminar lo que has empezado de una manera más agradable. Hasta el martes.