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754. Martes, 9 mayo, 2006

 
Capítulo Septingentésimo quincuagésimo cuarto: "La mariposa, posándose en todas las flores, es la mecanógrafa del jardín". (Ramón Gómez de la Serna. 1891-1963, escritor español)

El haber sido de "ciencias" implica, aparte de contar con una cantidad de años ya bastante respetable (la palabrita "de ciencias" debió de dejar de usarse allá por el paleolítico superior), ser un analfabeto funcional en cuanto a poder escribir de una forma medianamente correcta.

Y no me refiero ya a las faltas de ortografía, (por mucho que digan tampoco creo yo que sean tan importantes a la hora de entender un texto -alguien "vueno" no va a dejar de serlo por escribirlo con b o con v-) sino a mi desconocimiento para usar correctamente los signos de puntuación.

Y la culpa es sólo mía, que a pesar de ser de colegio público de toda la vida, me los explicaron perfectamente. Todavía me acuerdo de la historia que nos contaba la de "lengua" para hacernos entender lo mucho que uno puede ganar -o perder- por no escribir los signos dichosos en su sitio correpondiente.
Había un apuesto joven dedicado a cortejar a tres hermanas. Un buen día a éstas se les acabó la paciencia y le presentaron un ultimátum al joven: tenía que decidirse por una de ellas.
El afortunado galán les hace llegar una nota en mano a cada una al tiempo que les anuncia que debe marchar urgentemente de viaje y ya que no ha podido puntuar la respuesta correctamente, que sean ellas las que se encarguen de hacerlo.
Cada una de las señoritas se lanza apresuradamente sobre su papel que contiene la ansiada respuesta en verso. En los tres había escrito lo mismo:
Juana Teresa y Leonor
puestas de acuerdo las tres
me piden que diga cuál es
la que prefiere mi amor
Si obedecer es rigor
digo pues que amo a Teresa
no a Leonor cuya agudeza
compite consigo ufana
no aspira mi amor a Juana
que no es poca su belleza
Teresa no lo dudó ni un momento. Según su puntuación, ella era la elegida:
Si obedecer es rigor,
digo, pues, que amo a Teresa.
No a Leonor, cuya agudeza
compite consigo ufana.
No aspira mi amor a Juana,
que no es poca su belleza.
Leonor también lo vio claro: la elegida era ella:
Si obedecer es rigor,
¿digo, pues, que amo a Teresa?
No, a Leonor, cuya agudeza
compite consigo ufana.
No aspira mi amor a Juana,
que no es poca su belleza.
Mientras Juana tampoco tuvo ninguna duda a la hora de puntuar y de entender que la elegida era ella:
Si obedecer es rigor,
¿digo, pues, que amo a Teresa?
No. ¿A Leonor, cuya agudeza
compite consigo ufana?
No. Aspira mi amor a Juana,
que no es poca su belleza.
Hubo que esperar a que regresara del viaje el joven para que aclarara el enigma y le pusiera la correcta puntuación al verso.
Si obedecer es rigor,
¿digo, pues, que amo a Teresa?
No. ¿A Leonor, cuya agudeza
compite consigo ufana?
No. ¿Aspira mi amor a Juana?
!Que no! Es poca su belleza.
Ninguna de las tres resultaba elegida.
Al fin y al cabo "yo lo coloco y ella lo quita. Pero si yo lo quito, ella lo caza" tiene, en la mayoría de los casos, mucho menos sentido que "yo loco, loco, y ella loquita. Pero yo si loquito, ella locaza". Al menos en ciertos "ambientes". Mañana más.