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736. Lunes, 3 abril, 2006

 
Capítulo Septingentésimo trigésimo sexto: " Hemos llegado a tal grado de imbecilidad, que consideramos el trabajo no sólo como honroso, sino hasta sagrado, cuando no es sino una necesidad". (Remy de Gourmont, 1858-1915, escritor y crítico francés)

Esta mañana y para despistar al lunes en vez de una ducha me he dado un baño. Un baño siempre invita más pensar, a experimentar. ¿Quien no se asombró de la primera vez que experimentó las burbujas de un "autopedo" navegando desde las profundidades del agua a la superficie de la bañera? Por ejemplo.

Pero en un día laborable la física manda: más tiempo para unas cosas quiere decir menos tiempo para otras. Hay que desayunar deprisa, salir mirando el reloj, (queda muy bien siempre aunque lleves la muñeca desnuda), tropezarte con el vecino que cada mañana invariablemente te quita el ascensor. Está claro, cinco minutos más tarde y cambia el mundo de cada mañana.

Sé que ahora debería hacer un comentario profundo sobre algún ensayo metafilósoficoexistencial de moda, un panfleto incendiario sobre alguna crisis internacional (por cierto ¿qué habrá sido de la "gripe aviar"?, o hacer algo más íntimo y sumergirme en las interioridades de mi alma desnudando mis sentimientos. Seguro que debería de hacer eso, pero es que esta mañana es lunes y voy simple, muy simple. Como casi todos los días.