Capítulo Septingentésimo segundo: Existe gente que está tan llena de sentido común que no le queda el más pequeño rincón para el sentido propio" (Miguel de Unamuno, 1864-1936, filósofo y escritor español)Dejando a un lado el insondable misterio del "
cómo" se sujetan, (a buen seguro habrá algún grupo y/o departamento de alguna universidad realizando un sesudo estudio -con fondos públicos- sobre el tema), no le encuentro yo la gracia a esa moda tan extendida, e imagino tan incómoda, de llevar los pantalones lo más "
caídos" posible.
Se pensaran que son "
modernos". Pobres. Les convendría saber que, como casi siempre, no hay nada nuevo bajo el sol.
Mostrar, enseñar, presumir de ropa interior (al fin y al cabo el asunto tiene un fin exhibicionista- porque ellos pueden-) ya se puso de moda en los siglos XVI y XVII, aunque por entonces lo que se enseñaba no eran el último modelo de tanga o la marca de los calzoncillos sino la "
gola", un cuello rígido de encaje y que no era otra cosa que la flamante ropa interior de moda de la época sobresaliendo por el pescuezo.
El miedo a la peste y la creencia de que el agua contaminada por ella podía atravesar los poros de la piel, hizo que la gente se dejara de bañar, pasando a ser el más limpio el que más ropa interior poseía y más blanca la llevaba. Las consecuencias nos se hicieron esperar: los "
cuellos" empezaron a sobresalir como signo de higiene y de poderío.. cuanto más grande y más "
plegada" era la "
gola", mas importante era su propietario.
El tamaño, como siempre, marcando la diferencia.