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698. Martes, 7 febrero, 2006

 
Capítulo Sexcentésimo nonagésimo octavo: "Una mujer sería encantadora si uno pudiera caer en sus brazos sin caer en sus manos." (Ambrose Bierce, 1842-1914, escritor satírico y periodista estadounidense)

A ver, sí, lo reconozco y estamos de acuerdo: no se puede comparar. Ver una película con el dvd en casa no es lo mismo que ir a verla al cine. Ni punto de comparación.

En el cine hay más emoción, más misterio, más pasión. El cine es ese sitio en el que nunca habrá entradas para la película que buscas aunque para que te lo confirmen tengas que aguantar a una cola insufrible de niños empeñados en ver un pollo luchando contra los extraterrestres, o a los aún más insoportables intelectuales hablando del trasfondo alegórico de "Etéreamente etérea", la última película sueca del realizado búlgaro Jagsfefrtxixk Hurtgfshbger. El cine es ese sitio en el que nunca te paran la película para ir al retrete (aunque te estés meando encima) o para ir a buscar algo a la nevera (aunque te estés muriendo de hambre) y en el que parece que tienen contratado a un tío más alto que tu para que se siente justo delante. Un sitio el que no hay una mesa para poner la cocacola ni dejan entrar al repartidor de pizza, y donde siempre hay un tipo "entendido" que protesta porque no le dejan hasta el final los créditos y no puede leer cómo se llamaba el ayudante del segundo operador de cámara del módulo de filmación de la tercera unidad móvil. Un sitio en el que, para postre, entrar y ver una película acompañado de otras doscientas personas cuesta como cinco alquileres en la oferta del videoclub de la esquina.

Definitivamente no, no es lo mismo.