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666. Miércoles, 14 diciembre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo sexagésimo sexto: "El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto". (Jorge Luis Borges, 1899-1986, escritor argentino)

Por un mero interés práctico (si en algo parecen coincidir todas las religiones es que por mis gustos sexuales estoy condenado irremediablemente al fuego eterno del infierno) ando yo preocupado en saber como será tan caliente lugar y, por lo tanto, el futuro que puede esperarme allí.

Y que menos que aprovechar el post 666, de indudables connotaciones diabólicas, para hablar de él.

Lo malo es que como nadie ha vuelto de tan curioso lugar (al menos todavía) no podemos tener certeza absoluta de nada.

Eso sí, una serie de personas de bien y muy respetados por sus trabajos, ya han dado su opinión sobre el tema.

En "La última noche de Boris Grushenko", película de Woody Alllen, éste imaginaba que era condenado a pasar la eternidad encerrado con un vendedor de seguros.

Otro director de cine, Luis Buñuel, quien odiaba el ruido por encima de todo, imaginó en su película "Simón del Desierto" al infierno como un lugar situado en una macrodiscoteca en la que nunca paraba la música.

Jean-Luc Godard lo describió en sus memorias como un cine, pero un cine en el que sólo se proyectaban películas malas que había que ver obligatoriamente.

Uno, aunque más modesto, lo tiene más claro: me basta con mirar a mi alrededor cada mañana de día laborable.