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661. Lunes 5 diciembre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo sexagésimo primero: "Los amigos, como a los dientes, los vamos perdiendo con los años, no siempre sin dolor". (Ramón y Cajal 1852-1934, médico español)

En uno de los libros de texto que tuve cuando estudiaba en el colegio (pleistoceno arriba, pleistoceno abajo) había una frase, de no recuerdo quién, que decía más o menos que un amigo era aquel que estaba a tu lado cuando preferiría estar en otra parte.

La frase por sí misma tampoco era nada del otro jueves; una más de las muchas que cerraba cada capítulo, y que, como sabíamos que no iban a entrar en el examen, nunca le hacíamos caso.

Sin embargo, la historia elegida por el autor del libro de texto para intentar explicar semejante pensamiento, hizo que me quedara con ella para siempre. No podía ser más acertada.

Había en el siglo V a. de C. un atleta llamado Asiarques al que no se le ocurrió otra cosa que participar en una revuelta contra el mandamás de la época, Dionisio el Viejo.

Fue detenido por conspirar y condenado a muerte, una condena que se tenía que cumplir justo cuando el atleta era convocado a los Juegos Olímpicos.

El reo imploró que la sentencia se aplazara hasta volver de Olimpia y puso como garantía de su vuelta, y para que fuese ejecutado en caso de que él no volviera, a su amigo Pitias.

Y Pitias aceptó.

Cuando el atleta regresó, Pitias fue inmediatamente liberado mientras Asiarques era ejecutado y enterrado... pero enterrado con todos los honores debido a aquella extraordinaria prueba de amistad que conmovió no sólo al mismo Dionisio, sino a todo el pueblo de Siracusa que discutía quién de los dos había dado una mayor muestra de amistad: Pitias, capaz de arriesgar su vida sólo por amistad y a cambio de nada, o Asiarques, al volver sólo para impedir la muerte de su amigo... aún sabiendo que perdería la propia.

Va por todos los que en un día como el de hoy, tienen/tenemos que "estar en el trabajo".