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659. Jueves, 1 diciembre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo quincuagésimo noveno: "Cuando se es niño, los ruidos que asustan surgen de debajo de la cama, y cuando se es adulto, de debajo de la tapa del motor del coche" (James Denton, 1963, actor estadounidense)

He confesado en varias ocasiones mi adicción al café, una sustancia tan tóxica como cualquier otra y que de no ser por el miedo que le tengo a las agujas, me inyectaría en vena cada tres horas.

Pero después de lo que he leído por ahí, estoy planteándome muy seriamente empezar una cura de desintoxicación que me aparte del sórdido mundo de los cafeinómanos compulsivos.

El "Kopi Luwak", uno de los "cafeses" más fuertes y de mejor sabor que existen (y, aunque más difícil de encontrar que los del carrefour -y un poco más caro-, ya hay varias marcas que lo venden) esconde un terrible secreto.

Según las instrucciones del paquete todo parece normal, granos procedentes de las plantaciones de Sumatra, Java y Sulawesi, recolectados por los nativos y recogidos después por el equivalente en aquellas tierras del "Valdés" del anuncio.

Pero en las "instrucciones" se saltan un paso: los nativos lo recogen, sí, pero después de que un marsupial se lo haya comido, lo haya digerido y lo haya defecado.

Entonces, y sólo entonces, lo recogen.

Claro, dicen los estudiosos que son precisamente los ácidos y encimas del estomago de este animalito las que modifican las proteínas de estas semillas dándole un especial sabor que recuerda al chocolate.

A "chocolate"... ya. Podía hacer un chiste fácil pero casi lo dejo aquí.