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625. Martes, 11 octubre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo vigésimo quinto: "De las mujeres se confía en que hagan un trabajo doble del de los hombres, en la mitad de tiempo y sin reconocimiento. Por fortuna, no es difícil." (Charlotte Whitton, 1896-1975, escritora canadiense)

Por algún defecto genético (uno es algo "peculiar" desde pequeñito) tengo cierta tendencia a centrar la atención de cualquier "acontecimiento" en las chorradas que le acompañan, más que en el propio acontecimiento.

Y claro, me suelo perder lo "esencial".

Así, la primera vez que en el Parque de Atracciones estuve en "El Pasaje del Terror" y mientras los demás de la fila chillaban como locos, yo no hacía otra cosa que pensar en lo desagradable que debía de ser el trabajo de aquellos chavales que, pintados con más colores que una sesentona en su cita con un gigoló, tenían que dar gritos histéricos vestidos de carnaval durante vaya usted a saber cuantas horas sólo para que los demás se divirtieran. Además seguro que por un sueldo ridículo.

Y claro, más que "miedo" la única sensación que experimenté fue la de "pena".

La primera vez que vi "La Cenicienta" y mientras el resto se emocionaba viendo a los pajaritos coserle el traje a la susodicha, a mi lo único que se me ocurría era pensar en lo triste y amargada que debía de ser aquella pobre chica, incapaz de plantarle cara a su madrastra y mandar a freír espárragos a sus hermanas, y cuya única ilusión era esperar a un hada madrina y ligarse a un príncipe (cuando todos sabemos lo escasos que están las hadas y, sobre todo, los príncipes) en vez de agarrar de una vez por todas el toro por los cuernos y organizarse la vida.

Ahora, cada vez que oigo cierta musiquita machacona, en vez de engancharme como casi todo hijo de vecino a la -seguro que- profunda historia literaria con la que una cadena de televisión llena la hora de la siesta, resulta que sólo puedo concentrarme en unos (im-presionantes) hombres medio desnudos que salen en ella.

Entre eso y que mis programas preferidos de la tele son los anuncios, (por una cuestión práctica: soy incapaz de mantener la atención sobre algo durante más de más de 20 segundos -tiempo que suelen durar- ) creo que me estoy perdiendo lo que, visto el éxito, parece ser un profundo ejercicio literario en formato de "culebrón" plagado de elevados y penetrantes textos.

Por eso, si es posible, y con el noble fin de poderme incorporar a semejante joya literaria, agradecería mucho que alguien me dijera de una puñetera vez "quien es ese hombre, que me mira y me desnuda, una fiera inquieta, que me da mil vueltas y me hace temblar pero me hace sentir mujer ..."

Hasta el jueves.