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624. Lunes, 10 octubre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo vigésimo cuarto: "Las ideas no duran mucho. Por eso hay que hacer algo con ellas cuanto antes". ( Santiago Ramón y Cajal, 1852-1934, médico español).

"Con la clonación los hombres ya no serán necesarios" ha afirmado con toda seriedad una bióloga estadounidense.

Nada de bravuconada feminista, al menos en el aspecto técnico del asunto. En teoría, la mujer que estuviera interesada en procrear podría conseguirlo sin la intervención del hombre, le bastaría clonarse con una célula de su organismo.

Claro que de ese modo no nacerían más que niñas, calcos perfectos de sus progenitoras, y si acaso, algún niño de padre rico que hubiera alquilado, previo pago, eso sí, los servicios de alguna "madre alquiler".

Lo que no me acaba de quedar claro es si esto es un "avance" o un "retroceso" en el asunto. Al fin y al cabo eso de que la esencia de la reproducción es que un huevo encuentre un esperma es más algo más bien "moderno", porque organismos tan antiguos como los mohos, no tienen ni óvulo ni esperma y ahí siguen.

Propongo una solución intermedia para esas mujeres que no quieren ver a un hombre ni en pintura pero que tampoco quieren prescindir de ciertas ventajas de los mismos: hacer lo mismo que hace una especie de calamar: el "argonauta".

La hembra de estos cefalópodos flota en los océanos tranquilamente mientras el macho lleva una vida secreta con su pene desmontable.

En un determinado momento "dispara" su aparato, (y sólo su aparato), hacía la hembra, y una vez dentro de ella el pene toma vida propia y cumple su "misión".

Lo que no he logrado saber es si una vez voluntariamente capado, al pobre macho argonauta le crece otro, se muere o se queda sin su preciada parte hasta que las "palma" de viejo.

Detalle éste que habría que tener muy claro antes de lanzar algo tan "valioso" sobre lo primero que pase.