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  612. Jueves, 22 septiembre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo duodécimo: "Las personas son como la luna. Siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie" (Samuel Langhorne Clemens -Mark Twain-, 1835-1910, escritor estadounidense)

Que las señoritas putas cumplen una dura, muy dura, función social es evidente. Que su trabajo es uno de los más pesados que pueden existir es indiscutible. Pero de ahí a pretender "sindicarlas" en la categoría del "metal"... No sé yo.

Durante la Segunda República a los correspondientes responsables del tema no se les ocurrió otra cosa que encuadrar a las ejercientes del oficio más viejo del mundo (coloquialmente "putas") en el "sindicato del metal", creando además, (supongo que para no desentonar con el resto de oficios), distintas categorías según las particulares características laborales de tan respetable gremio.

Las más caras (algo así como las directivas del asunto) eran las "cocottes"; las "amantes" fijas de gente acomodada entraban en el epígrafe de "cortesanas"; cuando las fijas eran amantes de clase media se tenían que inscribir en el apartado de "entretenidas", mientras que las que ejercían en burdeles se agrupaban en la categoría "de mala vida" y las que tenían su puesto de trabajo directamente en la calle tenían que inscribirse en un último apartado: "peripatéticas"

"Peripatético".. nunca hubiera encontrado yo un epígrafe mejor para encuadrar mi situación laboral... El último escalón de aquellos que cambiamos nuestras "habilidades" por un mísero sueldo a final del mes.

Aunque lo hagamos bajo techo.