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  545. Lunes, 16 mayo, 2005

 
Capítulo Quingentésimo cuadragésimo quinto: "La ciencia moderna aun no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas". (Sigmund Freud , 1856- 1939, neurólogo y psiquiatra austriaco)

Dicen los que saben de estas cosas que este verano las uñas de las manos y de los pies protagonizarán una "fantasía nocturna" con efectos metálicos, nacarados y tornasolados en colores beige, salmón y blanco.

Bueno, pues será.

A mi la verdad es que me da igual, al fin y al cabo el único esmalte de uñas que he usado en mi vida ha sido el de mi sobrino heavy cada vez que intento hacerle rabiar (¡qué me gusta, pobrecito mío!) y hay que reconocer que los heavys para eso del color, suelen ser poco dados a "fantasías nocturnas tornasoladas".

Uñas, por cierto, que aunque los que no nos las mordemos jamás le hemos encontrado más utilidad que la de ser un buen antihistamínico casero (¡ay ese placer de rascarse!), han tenido una influencia decisiva en más de uno de los adelantos "técnicos" que ahora disfrutamos.

Según cuenta la tradición francesa, (esa tan extendida entre los franceses que dice que ellos lo han inventaron todo), los cuchillos de mesa tienen la punta redondeada desde que el cardenal Richelieu mandó redondearlos al ver que el canciller Pierre Séguier, los utilizaba ante él para limpiarse los dientes y las uñas con la punta.

Los cuchillos de punta redonda, una conquista social que sin la uña, -guarra pero uña-, jamás se hubiera podido lograr.

Vale, lo sé, esto es una tontería, pero a ver si tenemos un poco de compasión... que es lunes.