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  535. Jueves, 28 Abril, 2005

 
Capítulo Quingentésimo trigésimo quinto: "Los matrimonios jóvenes no se imaginan lo que deben a la televisión. Antiguamente había que conversar con el cónyuge". Isidoro Loi, 1927, escritor italiano)

Si con tanta publicidad como hay últimamente sobre el tema, uno llega a tener ese minuto tonto de locura mental transitoria y decide casarse, que sepa que no todo tiene que pasar obligatoriamente por una fría sala de ayuntamiento.

Hay alternativas.

Primera opción: casarse en Las Vegas, en las famosas capillas matrimoniales.

Para celebrar tan excéntrica boda, sólo es necesario haber obtenido previamente, en la Oficina de Licencias para Matrimonio, la licencia pertinente. Por un modesto precio que oscila entre 200 y 500 dólares, se puede comprar un paquete matrimonial que incluye el uso de la capilla, la ceremonia (debe haber un testigo presente, aunque, si no se tiene, la mayoría de capillas proporcionan uno), las flores, la música y las fotografías.

Los paquetes más caros incluyen más extras, como el recorrido desde el hotel a la capilla en una gran limusina o tener a un Elvis Presley como testigo.

Otra opción: apuntarse a alguna tribu africana.

Continente "atractivo" donde la poligamia acostumbra a ser frecuente, donde las novias suelen tener un "precio" (aunque hay casos que los novios se limitan a trabajar para la familia de ella), y en los que la gran "oferta" de tribus, nos dará un amplio catalogo para elegir.

Por poner algunos ejemplos: entre los "nandi" si los padres de la novia no aciertan en la elección del futuro marido, ella puede escapar con el que más le guste. En el caso de que éste no se case con ella, la joven se rapará el pelo y, desde ese momento, se considerará sexualmente libre.

En la tribu "luba", congoleses ellos, una vez los novios han decidido casarse, al novio ya le está permitido visitar por la noche a su novia para mantener relaciones.

Para los "kundo", tradicionalmente, la primera esposa era la dueña del hogar; la segunda, la encargada de los menesteres sexuales, y luego seguían las esposas de rango inferior. Las mujeres compartían al marido de forma rotatoria y regulada y, cuando no les tocaba el turno, se les permitía tener amantes oficiales.

Por último, los "ashanti" hacen suya la frase "tú en tu casa y yo en la mía": la recién casada sigue viviendo con sus padres y no marcha con su marido hasta que sus hijos mayores necesiten la atención de su padre.

Más opciones: hacerse hindú.

El matrimonio ocupa un lugar central en la vida social y religiosa india -en general, es obligatorio contraer matrimonio dentro de la misma casta y la dote es muy importante-, por lo que las bodas hindúes acostumbran a ser muy vistosas, ricas y complejas. Más que firmar un "contrato", la unión de dos personas representa la "samskara", o lo que es lo mismo, la confianza sagrada.

Toda la ceremonia gira alrededor de símbolos y rituales para que la pareja aprenda las lecciones necesarias para la vida conyugal. La novia viste de color rojo, con bordados dorados, y adornada con joyas. En esta ocasión, es ella la que espera al novio, y se intercambian coronas de flores al encontrarse y amuletos que atan a sus manos. El novio la acepta en matrimonio atándole un collar alrededor del cuello, que simboliza la felicidad y fidelidad en su matrimonio.

Tras varios cánticos y oraciones, la pareja, unida con un lazo, hace siete círculos alrededor del fuego ceremonial para simbolizar la promesa de que caminarán juntos todos los obstáculos que la vida les presente. Al final, el novio aplica un polvo de color rojo en el pelo de la novia para marcar su estado de casada, y la pareja recibe una lluvia de arroz.

O algo que tenemos más a mano: hacerse musulmán

En el mundo musulmán, el matrimonio acostumbra a asemejarse más a una negociación entre familias que a una decisión de dos. La ceremonia misma es un contrato privado, civil y religioso, al que se llega después de que el novio y el pariente masculino más cercano a la novia hayan sellado un acuerdo, según el cual, la dote del novio debe incluir suficiente oro, dinero y regalos que puedan asegurar el futuro de la novia. Una vez firmados los papeles, la pareja ya está unida legal y espiritualmente, pero todavía queda la celebración de la boda, que se lleva a cabo una o dos semanas después, y consta de una serie de festejos.

La primera noche es una fiesta para las mujeres solamente. La novia acostumbra a lucir un vestido ceremonial llamado "caftan" y sus manos y pies se marcan con henna.

La segunda noche (a veces se incluye una tercera) se celebra el banquete de boda, cuyos gastos corren a cargo de la familia del novio, con amigos y familiares. Las restricciones de sexos lleva a que hombres y mujeres estén separados. La celebración incluye música, cantos y el tradicional baile del velo para las mujeres. Al final de la noche, la pareja se junta y, después, se retira a su nueva casa para "consumar" formalmente el matrimonio.

Un marido devoto no debe tener más de cuatro esposas (las que tuvo el profeta Mahoma), aunque, a diferencia de lo que se piensa, la monogamia es una práctica común en la comunidad islámica.

Si queremos algo más exótico tenemos China:

La tradición nupcial china tiene más de 2.400 años de historia y gran variedad de matices. Por lo general, la celebración del matrimonio empieza cuando el novio envía los regalos al padre de la novia. Se trata de un proceso bastante largo y formal. Frente a los cuidados preparativos, la boda en sí es una celebración bastante sencilla: los novios se encuentran frente a un altar familiar, donde rinden homenaje a sus antepasados, al cielo y a la tierra. Después se sirve un té a los padres de los novios y los recién casados les hacen una reverencia.

Tras la celebración, la pareja se retira a descansar. Tradicionalmente, las luces brillaban día y noche durante tres días en casa de la novia, porque se suponía que el matrimonio no se consumaba hasta el tercer día, mientras que en las familias de la nobleza era hasta el tercer mes.

En la China rural, la celebración del matrimonio siempre sigue unas estrictas reglas protocolarias, que comprenden seis curiosas etapas: la propuesta de boda, la negociación entre las familias, el compromiso formal, los trámites para obtener el certificado de nacimiento de los novios, la consulta del astrólogo para averiguar la mejor fecha de celebración del enlace y, finalmente, la boda en sí.

Y por último hay otra opción: hacerse judío:

La ceremonia de una boda judía se celebra en la sinagoga y los novios se colocan bajo el palio nupcial, que simboliza su futuro hogar. El rabino les recuerda los deberes del matrimonio y les entrega una copa con el vino ceremonial. Después, el novio le coloca un anillo de oro a la novia, que, curiosamente, debe ser plano, sin ningún surco o dibujo para que no se obstruya su buena fortuna. Los recién casados escuchan las siete bendiciones y, al final, el novio rompe una copa, simbolizando la destrucción del templo de Jerusalén.

Tras la ceremonia, y antes del banquete, a veces los novios se retiran a un cuarto para simbolizar la consumación del matrimonio. El banquete de boda comienza con la bendición del "challah", una hogaza de pan, que connota la unión entre las dos familias.

Estas bodas nunca se llevan a cabo en el Sabbat (día de descanso semanal, desde el viernes noche al sábado noche) ni en ciertos días festivos.

Para casarse de esta manera es conveniente hacerse judío de verdad, especialmente si la pareja lo es mucho, para algunas comunidades judías ortodoxas, (como por ejemplo las originarias del Yemen), el miedo al matrimonio fuera de la propia fe es tan grande que, cuando un judío se casa con una mujer que no lo es, la familia celebra un funeral como si hubiese muerto.

Ante tantas opciones es conveniente pensárselo con calma, aunque parece claro que cualquier proceso mental lógico que haga una persona cerebralmente sana acabará llevando a una misma conclusión:

... quedarse soltero.