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  522. Lunes, 11 Abril, 2005

 
Capítulo Quingentésimo vigésimo segundo: "Los jóvenes piensan que los viejos son tontos; los viejos saben que los jóvenes lo son (John Lily, 1468-1522, novelista inglés)

Aunque esté de moda llevar hasta el extremo la frase aquella de la duquesa de Windsor que decía algo así que "nunca se es demasiado delgada ni demasiado rica", y por más que se empeñen en vendernos que la obesidad es mala, resulta que estar gordo, puede llegar salvarte la vida.

Al menos en algunas ocasiones.

Pongamos que te estrangulan o te pegan un tiro, algo no muy normal pero que, tal y como están las cosas, pasar, puede pasar; pues un delgado apenas aguantará un par de minutos antes de que empiece la autodestrucción de sus tejidos y su muerte sea irreversible.

Pero si estas gordo y como la temperatura del cuerpo se conserva un poco más gracias en parte a que la capa de grasa actúa como aislante, puedes aguantar hasta más siete minutos a que algún alma caritativa pase por allí y te reanime.

Famoso es el caso de James Scott, duque de Monmouth (1649-1685), hijo ilegítimo del rey Carlos II de Inglaterra, y el pobre con un sobrepeso más que notable, que fue decapitado acusado de rebeldía, en una ejecución que necesitó hasta cinco golpes de hacha.

Al final murió, pero hay que reconocer que fue más por la cabezonería del verdugo que por el propio interés del reo.

Por cierto que una vez que estuvo muerto y antes de ser enterrado, al rey, maniático él, se le ocurrió realizar un retrato del duque que legase sus rasgos a la posteridad.

Con tal capricho, se volvió a coser la cabeza del duque a su cuerpo y pintaron el retrato, que en la actualidad se encuentra en la National Portrait Gallery de Londres.