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  481. Jueves, 3 Febrero, 2005

 
Capítulo Cuadringentésimo octogésimo primero: "Lo malo de hacer sugerencias inteligentes es que uno corre el riesgo de que se le asigne para llevarlas a cabo", (Pedro H. 38 años, camarero)

Quizá sólo era por llevar la contraria a los tópicos o que mi misoginia ya venía de serie, pero el caso es que jamás, ni de pequeño con las de plástico, ni de mayor con las de carne y hueso, me ha dado por jugar con muñecas.

Es más, así y entre nosotros, a mí la Barbie siempre me ha parecido que tenía pinta de putón verbenero.

Pero el caso es que me ha dado cierta pena, (los caminos de la nostalgia son inescrutables), cuando me he enterado de que ya no está de moda, que a la pobre le han ganado la partida unas muñecas cabezonas de ojos saltones y nombre de eructo: las Bratz.

Estas "pájaras", Cloe, Dana y Jade, con sus dos "amigos" Dylan y Eitan, que se pasan todo el día diciendo "jenial", "kdo kdamos?" y wuapo", son las causantes de que uno de los más gloriosos enemigos de mi niñez, aquella muñeca de cintura de avispa que sólo tenía la del quinto B, que para eso su padre era funcionario, sea ahora una cuarentona deprimida, olvidada y separada del marido.

Como la vida misma.