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  451. Martes, 14 Diciembre, 2004

 
Capítulo Cuadringentésimo quincuagésimo primero: "Vamos por partes" (Jack el destripador, asesino en serie -presunto-, Whitechapel, Londres, 1888)

Tengo yo un respeto muy grande por todos esos productos de limpieza, productos a los que no me suelo acercar mucho, y menos desde el día en que me dio por leer algunas de sus etiquetas y vi que contenían más sustancias toxicas que una ginebra de garrafa.

Naturalmente es por pura precaución, reconozco que hay cosas que sólo los expertos en ciertos temas y con varios años de estudios en la materia, deben manejar y desde luego, no es ese mi caso.

La especialización en cuanto a líquidos, colores y envases de estos productos es tal que hasta he descubierto uno específico para limpiar las tuberías.

Pero ¿quién va a mirar las tuberías por dentro? ¿para qué tienen que estar limpias si son tuberías? digo yo.

Mientras, y en vista de mi temerosa precaución ante tanta química embotellada, espero muy pacientemente a que aparezca algo que pueda sustituirlos a todos y poder contribuir así a la limpieza casera como mi marido, sobre el que hasta ahora recae dicha responsabilidad de forma absoluta, se merece.

Personalmente estoy abierto a cualquier innovación que se haga sobre el tema y desde aquí quiero contribuir a la causa haciéndole una pregunta a los señores fabricantes de, por ejemplo, el Mister Proper, ese que ahora se llama Don Limpio, y que se pasan los anuncios presumiendo de que su producto deja el suelo brillante y reluciente sin necesidad de aclarar:

¿Para cuando dejará el suelo así de limpio, brillante y reluciente su producto, pero sin tener ni que barrerlo ni que fregarlo?

Eso sería un adelanto, eso.