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  414. Lunes, 18 Octubre, 2004

 
Capítulo Cuadringentésimo decimocuarto: "El eructo es comida en aerosol". (Arturo V., 17 años, heavy, estudiante de F.P. grado medio, rama informática)

Siempre me ha parecido que el sexo rápido, el "aquí te pillo aquí te mato", entre dos o más personas que ni se conocen, ni ganas de conocerse y que posiblemente no se volverán a ver nunca, es una opción tan valida como cualquier otra y si apuro un poco, diría que hasta suele dar menos preocupaciones que otras formas de hacer lo mismo.

Pero siempre le he encontrado un problema: eso que los sexologos modernos llaman el "post-coito", aquel momento en que el sexo deja de ser un impulso y se convierte en una plasta, justo ese dónde tumbado en la cama, lo único que te apetece es largar a ese cuerpo extraño que tienes al lado.

En los "post-coitos" de este tipo no se habla, sólo se padece. ¿De qué se puede hablar? ¿No es de mal gusto preguntar si le gustó? ¿Acaso si no le gustó lo va a decir?

Es de esos momentos dónde uno quisiera estar en cualquier otro lado, dónde cualquier cosa es mejor que soportar esa repentina mezcla de timidez y retraimiento que se produce y que se va agravando según pasan los minutos.

En eso, como en tantas cosas, también los "gayses" llevamos unos cuantos kilómetros de ventaja, y en casi todas las formas y maneras de desahogarse ya queda descartada esa situación "post-coital".

Si, es verdad, las señoritas putas cumplen ese mismo papel en los "heteros", pero hay una notable diferencia: salvo excepciones, a ellos les suele salir más caro.