-   


  

  382. Jueves, 12 Agosto, 2004

 
Capítulo Tricentésimo octogésimo segundo: ¿Por qué los príncipes se casan "por amor" pero los plebeyos sólo se casan con sus novias?

Haber nacido cerca de un cementerio de provincias, marca. Si además uno de tus novios adolescentes era hijo de un marmolista lapidero que se llevaba el trabajo a casa, no tiene nada de particular que vea con una cierta simpatía todo lo relacionado con esos bloques de apartamentos apaisados, tan adornaditos de cipreses ellos, que llaman cementerios.

Valga la anterior introducción para justificarme por la lectura, burlona y divertida, que ahora tengo entre manos, de algunos de los epitafios que en ellos se pueden encontrar.

Historias que resumen toda una vida en una sola frase, como la de aquel individuo que jamás había estado enfermo y un día que se sintió mal, su familia insistió en llamar al médico y a pesar de negarse con todas sus fuerzas, acabó tomándose la medicina.

El epitafio de su tumba lo dice todo: "Fallecido por voluntad de Dios y de un médico imbecil".

Algunos son tan amables que hasta explican cual fue la involuntaria causa que le llevó a ocupar su sitio: "Buen esposo, buen padre, pero mal electricista"

Anotaciones sepulcrales que hablan perfectamente del carácter de la familia del "inquilino", como esa que se puede leer en el costado de una lápida del cementerio de Barcelona que reza "Este sepulcro lo pagó su hijo Paco".

O aquel otro de una señora que no quiso renunciar a lo que tanto le había costado y que hizo inscribir a su muerte: "Aquí yace Mercedes que murió tres días antes de ser Marquesa".

Agitadores y contestatarios hasta el final, como aquel que se rebeló en su última despedida escribiendo de epitafio una pregunta a la que nunca nadie le va a contestar: "¿Qué tenía Lázaro que no tenga yo"

Los hay poéticos, llenos de amor, repletos de melancolía, y hasta con un extraño e inquietante sentido del humor que demuestra como hasta en las situaciones más difíciles, hay quien no pierde la guasa: "Aquí reposa Margarita, que falleció a los diez meses de edad. ¡Qué pronto empezaste a darnos disgustos!"