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  376. Miércoles, 4 Agosto, 2004

 
Capítulo Tricentésimo septuagésimo sexto: ¿Por qué cuanto más feo es el corte de pelo que te han hecho más tarda en creer?

Traed las palomitas, llenaros el vaso de lo que tengáis menester tomar a estas horas, sacar los pañuelos, y poneros cómodos. Hoy una de las historias de amor eterno más "aparatosas" que en el mundo han sido: .

Eloisa era una mujer muy singular, entre otras razones porque llegó a cursar estudios de medicina y filosofía en un tiempo en que prácticamente ninguna mujer lo hacía, en aquellos oscuros años del mil ciento y poco.

Su tío, el canónigo Fulberto, con quién vivía, contrató al filósofo y teólogo Pierre Berenguer, más conocido con el seudónimo de Abelardo, a la sazón profesor en la universidad de París, para que adiestrara a su sobrina en dichos saberes.

Por entonces, Eloísa tenía 16 años y Abelardo 38, y entre ambos surgió un apasionado amor.

Fruto de él, la inteligente y bella pupila quedó embarazada. En tal tesitura, Abelardo simuló su rapto y la envió a Bretaña, a casa de una hermana suya, donde Eloísa dio a luz a un niño, al que, por cierto, impusieron el curioso nombre de Astrolabio.

Ante las reclamaciones de Fulberto, Abelardo accedió a casarse con la joven siempre que la ceremonia se celebrara en secreto y su matrimonio no fuera nunca desvelado; pero la propia Eloísa rechazó la proposición para no perjudicar con el posible escándalo la reputación y la carrera de su amado.

Pese a ello, finalmente se casaron. A pesar del pacto, Fulberto hizo pública la noticia y Abelardo envió a su esposa a la abadía de Argenteuil para reducir los efectos del escándalo.

Mas creyendo el iracundo Fulberto que lo que realmente intentaba Abelardo era deshacerse de su esposa, contrató a unos sicarios que irrumpieron en la casa del filósofo y, siguiendo las instrucciones del canónigo, lo castraron.

Desolada Eloísa con tan triste noticia, permanecería el resto de su vida convertida en una sabia y apacible abadesa, pero sin olvidar nunca su imperecedero amor por el mermado filósofo.

Este volvió tras un tiempo a recibir permiso para dar clases y fundó en la región de Champagne la famosa escuela de filosofía del Paráclito, actividad con la que poco a poco fue olvidando a Eloísa. Sin embargo, sus ideas, avanzadas a ojos de la ortodoxia católica, le hicieron caer otra vez en desgracia, tras ser sucesivamente condenadas en el Sínodo de Soissons y en el Concilio de Sens, acabando sus días como simple monje en un convento, escribiendo libros de teología y su famosa autobiografía: "Historia de las desventuras de Abelardo".

Eloísa, que le sobrevivió veintidós años, murió, aún enamorada, en su retiro bretón, siendo enterrada, por fin, junto a su amado para toda la eternidad.

¿Quien dijo que no existe el amor eterno?

Fin.