-   


  

  335. Jueves, 20 Mayo, 2004

 
Capítulo Tricentésimo trigésimo quinto: ¿Por qué siempre que vas con alguien con el que no quieres que te vean, es cuando te cruzas con más conocidos?

Hay quien sigue empeñado en unir "amor" y "normas", dos palabras que nunca debería de decirse en la misma frase.

Entender el amor como un "deber", acaba siendo una tarea ardua y molesta por tener que cumplir con una normas preestablecidas, normas que nunca se llevarán bien con una verdadera relación amorosa que implica justo lo contrario: libertad, naturalidad, espontaneidad..

Da lo mismo que los protagonistas vivan juntos sin estar casados; que se mezclen razas y culturas distintas, que se opte por el matrimonio religioso, por el civil, por la pareja de hecho o, simplemente por "arrejuntarse" los miércoles de cada año bisiesto.

Da lo mismo que uno sea soltero y el otro divorciado; que los dos sean divorciados, que aporten a la pareja hijos de otras relaciones, que luego tengan hijos en común, que cada uno viva en su propia casa y dios en la de todos.

Da lo mismo que sean del mismo sexo; que después de haber tenido tres matrimonios descubran que les gusta alguien de su mismo sexo, que convivan con los hijos de su anterior relación, que quieran adoptar hijos o que decidan tenerlos por cualquier forma de inseminación.

Lo importante es que ninguna pareja se vea obligada por cualquier estúpida norma social, a ser feliz, a la libertad de elegir como quiere vivir su amor, cualquier tipo de amor, que al fin y al cabo y por mucho que queramos complicarlo, es siempre el mismo.