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292. Martes, 9 Marzo 2004



Capítulo Ducentésimo nonagésimo segundo: ¿Por qué cuando se cae una cosa al suelo todos se empeñan en darle con el pie pero nadie se agacha a cogerla?


Todos, y cuando digo "todos" quiero decir "todos", jefes incluidos, tenemos días malos, días de esos en los que, cuando tiene uno que levantarse, el único pensamiento es taparse la cabeza con las sábanas y seguir acurrucaditos durmiendo hasta la hora de comer... por lo menos.



Y eso es lo que me molesta del asunto, si es verdad que nadie entiende mejor a un ciego que otro ciego, y mis admiradísimos jefes también han pasado por lo mismo, ¿cómo es qué no entienden que en días así, voy a ser incapaz de lograr una jornada minimamente productiva?



Que no hay corazón, si hubiera el más mínimo atisbo, en días como hoy, nada más verme entrar, ya se les hubiera ocurrido mandarme de vuelta a mi cama, incluso se les tenía que haber ocurrido llevarme ellos mismos en su coche para evitarme el duro trance de tener que andar.



Además, tampoco es algo que me ocurra todos los días, esta semana a pesar de estar ya en martes, solo es la segunda vez que me pasa. ¡Se quejarán!



En fin, Lo sobrellevaré como pueda hasta la hora de salir, y ya que los jefes son incapaces de entender la magnitud del problema, apelaré a la comprensión de mis compañeros para que vayan adelantando mi trabajo, al menos hasta que yo pueda estar en unas condiciones mínimas. Ojalá su comprensión me permita tomarme un respiro.



Desde luego, son tiempos muy difíciles para los pobres y sufridos trabajadores como yo.