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288. Miércoles, 3 Marzo 2004



Capítulo Ducentésimo octogésimo octavo: Si se mete el enchufe de la antena del televisor en la nariz, ¿se verán los pensamientos en la pantalla?



Los que somos de una generación anterior a las anfetamínicas alegrías al mediodía de Leticia, Sabater claro, solíamos estar divididos en dos bandos cuando tocaba hablar de temas profundos.



Una gran mayoría, entre los que me incluía, habíamos sido delicadamente informados de que todos, en algún momento, fuimos ciudadanos de la República Francesa, y más concretamente vecinos de la ciudad de Paris, desde dónde una amable cigüeña nos había traído en su pico.



Por otro lado estaban los raros, con padres también raros y que solían tener trabajos raros, que se empeñaban en contarnos que ellos, de París nada de nada, que como mucho se los encontraron debajo de una col.



Lo de la cigüeña era lógico, todo cuadraba, volaban, tenían pico y además desaparecían una temporada para volver algún tiempo después, prueba evidente de que iban a buscar algo.. pero lo de debajo de una col... ¿A quien pretendían engañar con semejante tontería?



La verdad es que ya que nos mentían de esa manera podían haber sido un poco más originales inventándose historias algo más poéticas, como los Chagga, uno de los muchos pueblos de Uganda, que están convencidos de que, durante los primeros meses de embarazo el futuro niño no pasa de embrión a feto, sino que sufre una metamorfosis transformándose de gusano a crisálida dentro de su capullo para convertirse en una mariposa de la que crecería el cuello, la cabeza y pequeños muñones que acabarán siendo los brazos y las piernas.



Lo último que perdería la mariposa en su transformación a persona serían las alas, que desaparecerían justo antes de nacer... ¡una verdadera pena!