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254. Jueves, 15 enero 2004



Capítulo Ducentésimo quincuagésimo cuarto: ¿Por qué si el equipo A es tan bueno en ningún capitulo aciertan a alguien con los disparos?



Uno tiene ya una edad dónde casi todo lo del cuerpo comienza a caerse y, quizá por aquello de equilibrar, empiezas a plantarte que no vendría mal subir un poco esa cosa espiritual que dicen que todos llevamos dentro, y que, siendo realista es lo único que se puede subir ya.



Como hay "cienes y cienes" de religiones, la cosa no debería estar difícil para elegir alguna, más teniendo en cuenta que, al menos de entrada, no le tengo ninguna manía especial a ninguna.



Sí tenía yo cierta predilección por lo del budismo, el color azafrán de la túnica con su cordoncito de 108 bolas para rezar y eso, no dejaba de tener su encanto y las cabezas rapadas siempre han tenido su aquel. Además lo de las reencarnaciones, el estado de "budeidad" y llegar al "nirvana" repitiendo "mantras" a diestro y siniestro no me digáis que no tenía su "puntito".



Pero mi gozo en un pozo, resulta que para ser budista hay cumplir cinco preceptos, sólo cinco, pero en este caso más que la cantidad, la cosa está en la calidad, una pena porque los cumplía casi todos: Está prohibido matar o herir a cualquier ser vivo, no hay que robar, no hay que mentir, no hay que beber alcohol ni ingerir sustancias tóxicas.



Hasta aquí perfecto, cuatro de cinco, pero resulta que el último punto es "no entregarse al exceso sexual". Sobran comentarios, resultado: una religión menos entre las que poder elegir para "elevar" mi espíritu.



Si es verdad que la comida es un sustitutivo del sexo, comprendo perfectamente por qué el príncipe Siddharta Gautama estaba tan gordo como ese Buda de cartón piedra que hay a la entrada del restaurante chino.