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253. Miércoles, 14 enero 2004



Capítulo Ducentésimo quincuagésimo tercero: ¿Por qué los "famosos" se desviven para ser reconocidos y cuando lo logran, se ocultan tras unas gafas oscuras?



Mi misoginia crónica anda disparada estos días. Sabía yo que comer tantos caramelos de anís sin azucar no podían traer nada bueno.



Dice mi psicólogo de cabecera, ese que trabaja como vidente en un 806, que no me preocupe, que eso es fijo por algún "conflicto-subyacente-que-no-proyecto-adecuadamente", pero que, al fin y al cabo, como lo reconozco, ya tengo medio camino andado.



Y es que la cosa viene de antiguo, ya esos "pozos de sabiduría" que eran los griegos clásicos, tenían la teoría, que también adoptaron en la Europa Medieval y en el Islam, de que los niños se desarrollaban en la parte derecha del útero, que es la más cálida, y las niñas en la izquierda, la parte más fresca, y que esto era algo que les "imprimía" su esencia posterior influyendo decisivamente en su desarrollo como personas: unos cálidos y amables, otras frías y distantes.



Un misógino por excelencia, José Solana, pintor del siglo XIX, tenía una curiosa teoría sobre las mujeres. "Sólo existen tres clases" - decía- "unas son frescas, otras no tienen corazón y las del tercer grupo son unas pesadas".



"!Pero hombre, habrá de todo!", le replicaban sus colegas. "No señor" -insistía él- "Las que se acuestan con todos son unas frescas, las que se acuestan con todos menos con uno no tienen corazón, y las que se acuestan sólo con uno.. esas, esas son unas pesadas".