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249. Jueves, 8 enero 2004



Capítulo Ducentésimo cuadragésimo noveno: ¿Por qué al calor se le llama buen tiempo y al frío mal tiempo?



"¡Hale!", ¡venga!, que al invierno no le quedan ni dos "telediarios". Sin darnos cuenta, y en dos patadas, nos metemos otra vez en el verano. Por lo menos por soñar que no quede.



De cabeza al verano, vamos de cabeza a esos días de calor sofocante dónde los catarros por el aire acondicionado se nos pegan como ladillas, de esos chapuzones en las piscinas recalentadas por las meaditas de los bañistas, de ese no poder pegar ojo por las conversaciones nocturnas a grito pelado de los vecinos.



De cabeza al verano , vamos de cabeza a esas canciones con letras de saldo y música pachanguera que son como los villancicos pero en más horteras (incluso), a beber líquidos empalagosos con más de treinta y dos millones de colores simultáneos y algún millón más de no se sabe qué, a comprar helados gigantes, esos de "a euro" la chupada, dónde al final lo único gigante de verdad es el precio, que para eso la foto era "sugerencia-de-presentación".



De cabeza al verano, vamos de cabeza a lo mejor de la moda, a ponerse esas bermudas que dejan ver una pantorrilla medio peluda y blanca, esas camisetas prietas que esculpen perfectamente los michelines, esas incómodas zapatillas que se salen en cada zancada, esos bañadores que ya no los usan ni en el "museo de los horrores", esas gorras..



De cabeza al verano, aunque ahora que lo estoy pensando mejor, tampoco hay tanta prisa.