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216. Jueves, 6 noviembre, 2003



Capítulo Ducentésimo decimosexto: ¿Por qué en las reuniones de alcohólicos anónimos siempre empiezan diciendo como se llaman?



A pesar de correr el riesgo de acabar con el culo más arrugado que la cara de la Mercedes Milá, a la que le haría falta cambiar el agua, el vino o lo que beba, por unos buenos lingotazos de "nivea" líquida, prefiero el baño a la ducha.



El problema es el tiempo, que siempre anda uno deprisa, aunque sólo sea para poder tumbarse lo más pronto posible, y claro, una ducha siempre es más socorrida que andar preparando toda la parafernalia que se necesitan para una baño como dios manda.



Supongo que todo es cuestión de proponérselo, quitando el tiempo de un lado para ponerlo en otro, que digo yo que si unos señores tan activos como los japoneses, que se pasan la vida trabajando, tienen tiempo para, por costumbre, tomar un baño al día, los demás no tenemos muchas excusas.



Y es qué como el clima japonés es tan húmedo y cálido, casi toda la gente se toma un baño diario, pero no contentos con eso, antes de meterse en la bañera se lavan todo el cuerpo.



Claro que tienen sus motivos, allí es costumbre no cambiar el agua para cada persona, así que hay que procurar no ensuciarla en atención a los que se bañen después.



Qué digo yo que, por mucho que se laven antes, no deja de ser un poco guarro el asunto. Vale pueden entrar limpios pero, ¿quien les asegura que a alguno no le da, por ejemplo, por desahogarse fisiológicamente si tiene un apretón en plena relajación higiénica, que en alguna piscina todos lo hemos hecho alguna vez. Claro que ellos juegan con ventaja, que, como son así algo amarillos, no se iba a notar mucho, digo yo. ¿O a ver si son un poco amarillos por eso..?