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215. Miércoles, 5 noviembre, 2003



Capítulo Ducentésimo decimoquinto: ¿Por qué la luz del semáforo hace que te metas el dedo en la nariz?



Los que fuimos a colegios públicos de extrarradio, esos dónde el sexto mandamiento en vez de "no cometerás actos impuros" como en todos los colegios de pago decentes, era simplemente un "no fornicarás" (aunque nadie sabía que era aquello de "fornicar"), aprendimos en toda su crudeza, que las mujeres dejaban de ser vírgenes cuando permitían a un compañero varón insertar su pene dentro de su vagina.



Desde entonces y según he ido sumergiéndome en este mundo disoluto y depravado, aquella definición me ha ido producido graves dudas existenciales, por ejemplo: ¿en qué punto una lesbiana deja de ser virgen?, ¿Podría ser "técnicamente virgen" una mujer incluso si ya ha tenido veinte felaciones con veinte parejas distintas pero sin llegar al coito?, ¿Los consoladores cuentan?



Y es que lo ponen todo cada vez más difícil para que nos enteremos de las cosas verdaderamente importantes. Antes era mucho más sencillo, en la corte del rey Jaime I de Inglaterra las doncellas llevaban sus pechos completamente descubiertos por una razón lógica: era del dominio público que las areolas se oscurecían si la mujer había tenido ya relaciones sexuales.



Ni dudas existenciales ni tonterías, la que tenía el pezón oscuro era porque ya había catado varón. Una manera como cualquier otra de no esconder la información.



De todas formas y en mi defensa he de explicar que todavía no me he recuperado del todo, fue un duro golpe escuchar sin anestesia ni nada que el Príncipe se casaba con una presentadora de televisión que se llamaba "Leticia"... que hasta que pusieron la foto y eso, estaba yo pensando en otra "Leticia", también presentadora, y por poco me quedo tonto de por vida.. menos mal que no era quien yo creí que era, que ya me veía el título del nuevo himno de la Casa Real: "y a mediodíaaaaaa alegríaaaaaaa wuashsssssss"