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210. Miércoles, 29 octubre, 2003



Capítulo Ducentésimo décimo: ¿Quién le hace los hoyos al queso?



Todavía no se ha acabado octubre y ya están empezando a poner los adornitos de navidad. Desde ahora y hasta San Antón, (que para eso dicen en mi pueblo que "hasta San Antón Pascuas son") me dan ganas de "pintarme" todo de rojo para no desentonar ante tanto despliegue de color navideño.



Me gusta la navidad, sé que las vacaciones que me tocan esos días tienen una gran parte de culpa, pero tampoco es cuestión de entrar en detalles, me divierten y me lo paso bien, que a nadie le amarga un dulce. Y en cuestiones de navidad, dulces, lo que se dicen dulces, no faltan.



Uno de mis "entretenimientos" preferidos esos días suele ser sentarme enfrente de aquellos que se llevan mal todo el año y esperar a que estalle la tormenta. En todas las familias pasa, en todas hay dos o más miembros que se llevan a matar, que durante el año apenas se saludan por pura educación, pero que no tienen más remedio que sentarse a la mesa juntos, al menos una vez al año, "reunión" que ser en estas fechas.



La experiencia me dice que más pronto o más tarde la cosa "estalla", claro que siempre se puede usar algún catalizador para no tener que esperar mucho. Es increíble lo que puede conseguir una palabra dicha con toda la buena "intención" del mundo sobre algún tema "delicado" con según que personas.



Y es que lo de las riñas familiares navideñas, olvidadas el resto del año, son como los cubitos de hielo. Al principio, cuando se sacan del congelador están perfectamente conservados, pero después, poco a poco y sin que se pueda hacer nada, se van convirtiendo en agua y poniendo perdido todo lo que se pueda mojar.



Ver como se derriten, sobre todo si estás cómodamente enfrente con el impermeable puesto, no deja de tener su gracia, especialmente si has sido tú el que has sacado los "cubitos" del congelador y encima has puesto la calefacción a toda "leche" para ver como se derriten más deprisa.



El espíritu de la navidad, que es todo armonía.