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207. Viernes, 24 octubre, 2003



Capítulo Ducentésimo séptimo: Si nos acostamos borrachos, ¿las cosas en el sueño nos dan vueltas?



Ya me he quejado alguna vez de los pequeños que son los retretes en las casas modernas, y parece que no iba nada descaminado.



Me acabo de enterar que hay un alarmante aumento de ingresos en urgencias por unas heridas muy concretas, aquellas que se producen cuando la "victima" se agacha para coger el trozo de papel del culo correspondiente y acaba "intimando" con el portarrollos.



Resulta que todo está tan junto, que el susodicho portarrollos, que como su nombre indica porta el rollo, y que acostumbra a estar colgado en la pared, suele quedar situado estratégicamente enfrente. Uno, concentrado como está en la finalización de sus deposiciones, se limita ha hacer el gesto de inclinarse para proveerse del papel topando con su frente, y de una manera bastante brusca, contra el susodicho portarrollos, que encima suele tener esquinas más o menos afiladas según diseño.



La cosa tiene su gracia vista desde fuera, pero claro, poniéndose en la situación del herido, con una brecha en la frente, los pantalones por los tobillos, y reconozcámoslo, una postura no precisamente elegante, es fácil de imaginar el bochorno primero, y cierta vergüenza después que va a pasar, sobre todo cuando llegue a urgencias y, entre automovilistas politraumatizados o algún que otro cuarentón con su infarto a cuestas, tenga que relatar el origen de su muy especial herida.



Y es que hay heridas que por mucho que puedan doler físicamente, siempre acaban doliendo más en el orgullo.