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195. Miércoles, 8 octubre, 2003



Capítulo Centésimo nonagésimo quinto: ¿Las pesadillas son sueños mucho más pesados que los normales?



La llegada del frío tan de repente está teniendo el primer daño colateral que afecta a mi vida, tengo que cambiar mis zapatillas caseras, tan corrientes y molientes, por unas nuevas que no tengan esos agujeritos que me acompañaron los últimos meses del invierno pasado.



La cosa parece un asunto menor pero no lo es tanto, y ya no por aquello de que calienten mis "delicados" pies más o menos, algo que con la agradecida calefacción pasa a un segundo plano, sino por esa apuesta por el "glamour" casero que he decidido llevar a cabo este año y que pierdo, irremediablemente, cada día.



Reconozco que la cosa está complicada, manejar cierto "estilo" cuando me veo tirado en el sofá con el mando a distancia en la mano y un pijama en el que podían caber, sin exagerar mucho, tres como yo, no es precisamente lo que cualquier entendido en el tema definiera como "natural elegancia".



De todas formas, y si es verdad eso que dicen, de que todo se puede aprender siempre y cuando uno cuente con buenos maestros, estoy seguro de que al final algo se me pegará de leer cada día una de las bitácoras más inteligentes y elegantes que circulan por esos mundos de dios: la de Ferran.



Con semejante maestro, hasta a mí se me acabará pegando algo de lo que a él le sobra: Clase (con mayúsculas, por supuesto) para dar y tomar.