-   


  

  124. Martes, 27 Mayo, 2003



Capítulo Centésimo vigésimo cuarto: ¿Los que gritan “abajo las drogas” viven en un sótano?



Tenía yo un profesor de esos que, además de pasarse media vida subiéndose los calcetines y conducir a sus, por lo menos, ciento veinte años un deportivo rojo, era capaz de resumir toda la materia de su asignatura en dos frases de esas que sentaban cátedra y que estaban consideradas como verdad absoluta en el universo. Qué ya se encargaba él de repetirlas una y otra vez vinieran o no a cuento.



La primera tenía su lógica y la verdad es que no comprometía a nada; Siempre la decía muy serio y pellizcándose una única ceja que en algún prehistórico momento debió de estar dividida en dos; Levantando la mano sentenciaba sin cambiar ni una sola palabra por mucho que ya la hubiera repetido antes: “señores, (pausa grave), por comer chocolate no salen granos, pero si cuando comen chocolate a ustedes les salen granos.. ¡coño! no coman chocolate”.



La segunda sentencia era igual de aplastante aunque me temo que los adelantos de la “técnica” la han hecho envejecer de mala manera. Era la frase que decía cuando se enfadaba, la frase que gritaba, la frase con la que se podía anunciar el día del juicio final, en definitiva, su gran frase. A todo pulmón y envuelto en el aire solemne que le daba ser “el-catedrático-emérito-más-antiguo” sentenciaba: “señores (una pausa doble de la anterior), siempre que tengan delante a una mujer con edad de merecer que no menstrue, sea puta o sea monja, no se dejen engañar, está embarazada”.



Como decía el otro: “si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre”.