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  115. Miércoles, 14 Mayo, 2003

Capítulo Centésimo decimoquinto: Teniendo en cuenta que el trabajo es salud, ¿no deberían de trabajar solo los enfermos?

Es verdad, me he fijado y es verdad, la mayoría de las veces en que nos besamos, torcemos la cabeza hacia la derecha. Salvo los carritos de los supermercados, que como bien manipulados que están, siempre se inclinan a la izquierda para que la mano compradora quede libre, parece que la derecha domina nuestras vidas.

Por cierto, hablando de supermercados, pase que cambien las cosas de sitio tres veces al día para que cada vez que uno vaya a comprar se haga un safari en busca del huevo perdido, pase que las luces que les ponen a las espinacas hagan que te las quieras llevar a puñados, pase que cada vez que hay mucha gente pongan la calefacción a todo meter para que se despeje un poco la cosa, pero ¿cuando van a arreglar lo de las puñeteras bolsas de plástico?.

No falla, siempre es igual, llegas a la cola con prisa, dos señoras gordas detrás intentan darte conversación, un niño se empeña en secarse la mano pegajosa en tu pantalón y el paquete de azúcar se está saliendo, (siempre se sale, precisamente, el paquete de azúcar que uno coge), pues para completar la faena, la condenada bolsa que vas a usar para meter las cosas no se abre, no se abre y no se abre.

A ver ahora como trabajo yo con el cabreo que tengo. Sé que es difícil de creer, pero todavía hay personas que piensan que esta indignación mía ante injusticias tan evidentes como estas, no es más que una excusa para no hacer nada. ¡Pero qué mala es la gente, con lo que nos afectan ciertas cosas a las personas sensibles!

Menos mal que mañana es san isidro, fiesta, y podré reponerme de tantos y tan importantes disgustos.