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  113. Lunes, 12 mayo, 2003

Capítulo Centésimo decimotercero: ¿Cuanto cobra diana por dejarse tocar por todo el ejercito cada mañana?

Lo confieso, alguna vez se me ha pasado por la cabeza tener un amante, y es que uno, en su afán de ser tradicional, también ha soñado con esa aventurilla de pasión pasajera antes de volver al cariño tranquilo y reconfortante de la vida en pareja.

Pero siempre están los mismos problemas, el primero es donde encontrarlo, hay que descartar los amigos por aquello del secreto y la discreción, también hay descontar a los parientes, qué no es cuestión de organizar un culebrón venezolano, naturalmente quedan descartados los del trabajo que no conviene mezclar el placer con los negocios... Total que solo nos queda salir a la “caza y captura”.

¡Caza y captura!, ¡no es nada eso!, ya solo la palabra cansa. Uno anda completamente desentrenado y con una edad donde cualquier “yogurín” se entretiene en adivinar si tienes más o menos años que su abuelo y que te acaban tomando por un ser extraterrestre si te vas a la cama antes de las diez de la mañana.

Menos mal que el segundo problema que tiene esto de echarse amante anula todos los primeros, resulta que tengo a mi lado al mejor tipo que existe en el mundo.

¿Con este “problema” encima, quien necesita cualquier otro?