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  103. Martes, 29 Abril, 2003

Capítulo Centésimo tercero: ¿Por qué si los caminos se cruzan no tienen caminitos?

Desde pequeñito tengo una especial alergia a bodas, bautizos, comuniones, entierros y todo acto social donde sea mayoritaria una corbata; Como además soy de provincias y para más “inri” de un barrio marginal que tenía como única diversión los domingos por la tarde liarse a pedradas limpias con los del barrio de al lado, cada vez que me invitan a algún sitio donde sospecho que puede haber más de un cubierto, me pongo a temblar. Eso sí, como aprendo muy deprisa, he ido recopilando todo tipo de informaciones para estos casos siempre partiendo del la máxima: “donde fueras haz lo que vieras” .

Bien mirado tampoco se complica mucho la cosa, solo hay que cumplir a rajatabla una norma general que se cumple siempre: hay que hacer justo lo contrario de lo que te apetece, que uno llega con hambre pues te esperas a que todos estén servidos, que necesitas beber algo para que pase la comida, pues nada a tragar en seco que está muy mal visto beber con la boca llena, que te apetece decirle a la señora que tienes al lado que está más gorda, pues te aguantas hasta que acabes de comer (y aún así y por mucha verdad que sea te pondrá mala cara)

Haciendo justo lo contrario de lo que te gustaría se acabaron los problemas porqué, impepinablemente uno acierta siempre: nada de tocar con la cuchara en la taza el avemaria del bisbal, nada de masticar con la boca abierta, nada de jugar a la arquitectura minimalista con los cubiertos, nada de mojar pan, nada de pintarse los labios, nada de jugar con la silla, nada de pegar ese moco que tanto te molesta debajo de la silla.. nada de nada, de nada.

Por cierto, que una de las cosas más curiosas de esto de comer y tal me la contó una de esas señoras clónicas gordas con permanente y collar a juego que son el eslabón perdido entre las aves y los mamíferos, resulta que a la hora de manejar los cubiertos depende del continente de donde seas para que lo hagas de una manera o de otra:

El “estilo europeo” donde el comensal no suelta los cubiertos en ningún momento, corta con el cuchillo la carne o el alimento servido en un trocito cada vez usando el tenedor con la mano izquierda y con las púas hacia abajo, pinchando el trozo y llevándolo a la boca y el “estilo americano” donde el comensal corta primero unos cuantos bocados de alimento y deja después el cuchillo cruzado justo enfrente del plato. El tenedor se cambia entonces a la mano derecha. La mano izquierda se apoya en la rodilla mientras se está usando el tenedor. Es decir, que el comensal cambia estos cubiertos de una mano a otra tantas veces como precise a lo largo de la comida. Eso sí, nunca debe de cortar a un tiempo más de tres trozos.

Hay cosas donde lo de la globalización todavía no ha dado sus frutos.