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  096. Viernes, 11 Abril, 2003

Capítulo Nonagésimo sexto: Hasta dentro de unos días

Teniendo un padre de misa diaria, y una madre que sólo pisó la iglesia el día de su boda y porqué sino, no se podía casar, es normal que uno haya salido agnóstico. Sin embargo la “semana santa” es sagrada por la gracia de dios y como tal hay que cumplirla a rajatabla.

Después de duras negociaciones laborales apenas si hemos conseguido tres días de vacaciones, no hablo de la “semana santa” como tal, donde ya se da por supuesto que venir al trabajo es, por lo menos, causa de excomunión y por lo tanto no se debe someter a discusión, cosa que al principio les costó entender por más que les explicábamos que al ser un tema religioso, se trataba de respetar la conciencia de cada uno y por lo tanto era innegociable.

Me refiero a los tres días que vienen después, desde hace unos años tenemos tres días más, este año 21, 22 y 23 de abril, tres días más que son completamente insuficientes para poder mantener la tradición del “Lunes de Aguas” de mi pueblo. Por más que presento argumentos de peso todavía no he logrado que las vacaciones se alarguen hasta ese lunes. Y es qué no tienen respeto por nada.

La cosa tiene su miga aunque es simple, antes, cuando llegaba el tiempo este de las procesiones, las señoritas putas eran obligadas a abandonar sus puestos de trabajo en las mancebías con el más que loable fin de preservar a los pecadores de satanás y sus tentaciones, así, y mientras duraba el duelo, se acomodaban al otro lado del río para que su profesión no pudiera interferir en el recogimiento espiritual de las almas sensibles a los pecados de la carne.

Una semana después de lo de la resurrección y tal, y siempre coincidiendo con un lunes, toda la ciudad en panda y capitaneados por el “padre putas”, cruzaba el río para, además de pasar la tarde y comer el “hornazo”, recoger a las descarriadas trabajadoras y devolverlas, en mitad de una gran fiesta, a sus puestos de trabajo correspondientes para que pudieran seguir sirviendo a sus clientes como la misma generosidad y exquisito trato con el que lo habían el resto del año.

Hace ya algún siglo que el “padre putas” se quedó en paro, pero la costumbre de pasar el río la tarde del lunes de aguas para comer el hornazo y montar un poco de fiesta es mantenida a “pie juntillas” por una gran mayoría de gente que, contra viento y marea lucha frente a los que quieren destrozar las tradiciones con disculpas tan extravagantes como que hay que trabajar solo porqué no es festivo.

Mucho más difícil lo tenemos encima, aquellos que estamos lejos ya que tenemos que luchar además con esa incomprensión cultural hacia nuestras raíces. Sin embargo en ello estamos, y jamás dejaremos de reivindicar algo lógico y tan humano como es alargar nuestras vacaciones para poder celebrar una de nuestras más arraigadas tradiciones, nuestro lunes de aguas.

Así qué me voy de vacaciones con la espinita clavada, no las disfrutaré pensando en semejante injusticia y seguro que cuando vuelva el 24 de abril, necesitaré varios días para sobreponerme al disgusto. Hasta entonces ¿Me esperareis?.