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  093. Martes, 8 Abril, 2003

Capítulo Nonagésimo tercero: ¿Porqué todos aquellos que aspiran a llegar lo más lejos posible no se hicieron astronautas?

Hay regalos que son muy agradecidos, pueden salir muy baratos, y además, basta con cambiar el envoltorio para qué, aunque lo vuelvas a regalar una y otra vez, siempre parezca distinto, por ejemplo un striptease propio. Y es que basta con un poco de imaginación para que la pareja se quede sentada en su sillón con la boca abierta.

En estas cosas la experiencia es un grado, ensayar las primeras veces delante del espejo con la misma música de fondo que luego uno bailará es muy práctico, el “you can leave your hat on”, siempre da resultado y además es la mejor para entrar en materia. También lo de dar brillo al cuerpo antes está muy bien, una ducha y algún aceite, nunca van a estar de más.

Punto y aparte es la ropa, puede estropearse todo por unos calcetines que, para que engañarnos, no son precisamente la esencia del morbo, por unos zapatos donde el nudo del cordón se quede atascado, o simplemente por unos pantalones demasiados estrechos que nunca acabarán de salir y que pueden hundir el número.

Por experiencia sé que hay que ponerse bastante ropa, como si uno fuera una cebolla por capas para quitársela poco a poco y que es imprescindible tener algo para jugar un rato como un cinturón o unos guantes y acabar siempre en tanga, lo del desnudo integral vendrá después, la cosa está en ocultar más que en enseñar.

Además siempre queda la cosa de que si tu pareja no se excita con esto, por lo menos la harás reir, que tampoco es un mal regalo. Normalmente se consiguen las dos cosas, porqué siendo sinceros, cualquier parecido con la foto es pura coincidencia, "lo que é, é."