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  087. Lunes, 31 Marzo, 2003

Capítulo Octogésimo séptimo: ¿Por qué si nadar es tan bueno para la figura, las ballenas están tan gordas?

Todas las mañanas me miro al espejo, lo peor es el primer impacto, me doy cuenta de mis fallos, esos que el resto de día solo veo a los demás, encuentro de golpe a un tipo despeinado con gestos de mala leche que acaba pensando que con la cara que tiene es mejor no mirarse muy detenidamente.

De lo que no estoy descontento es de lo que veo por dentro, alguien con mucha ilusión, con ganas de hacer cosas, de aprovechar cada momento al máximo. Una persona que crece, que vive su historia lo mejor que sabe, alguien coherente que intenta experimentar sentimientos, que se siente orgulloso de la vida que lleva, que intenta vivir el presente con la máxima intensidad posible, alguien normal.

El espejo es injusto y caprichoso pero sirve para acercarnos a nosotros mismos, cada mañana tengo que poner de acuerdo a las dos partes, la de fuera y la de dentro, en eso tengo suerte, la recomposición física es relativamente fácil, se afeita uno un poco, te lavas, te peinas, una sonrisa a tiempo y te ves completamente distinto.

Sería mucho más difícil el acercamiento a la inversa, se necesitarían más cosas que agua y jabón y aún así estaría complicado. Sé que en estas historias la mayoría de la gente escribe de lo mal que se siente, de los desgraciados que son, de la mala suerte que tienen en la vida, pero siendo sincero tengo que reconocer que yo me miro al espejo y me quiero, ¿será el guaraná?.