-   


  

  059. Miércoles, 19 Febrero, 2003

Capítulo Quincuagésimo noveno: ¿No sería más sádico para un sádico negarle latigazos a un masoquista?

Una noche de insomnio, bien mirado es como alargar el día y sacar espacio para todo eso que no te da tiempo de hacer por estar tumbado en el sofá mirando sin ver la tele, mal entendido es una manera de desesperarse viendo pasar los numeritos digitales del reloj a una velocidad que ya quisiera un caracol.

Me pasa pocas veces pero los efectos secundarios son evidentes, deambular el día después como un zombi por entre papeles que antes no existían, pisar secretarias con cara de velocidad camino del café o machacar las voces que suenan completamente distintas a otros días son solo algunos de los precios que hay que pagar por ganar involuntariamente unas cuantas horas al día. Un precio demasiado caro por una noche de desesperación.

Ya no hace efecto la valeriana concentrada, todavía no es tan grave como para empezar con los diazepanes, es lo de siempre, te quedas corto para algo pero no llegas a lo siguiente, es el sino. Y esta tontería es por el sueño.