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  058. Martes, 18 Febrero, 2003

Capítulo Quincuagésimo octavo: ¿A dónde van a parar las peladillas que nadie se come en Navidad?

Tenía dos invitaciones para dos personas y las aproveché, de una sola tacada convertí la mañana del domingo en una pasarela de moda y arte que inundaban un montón de pabellones solo separados por los detectores de metales.

Primero la feria de la moda, que para eso abría antes, pieles, sombreros, bolsos a juego y una inacabable retahíla de stands cortados todos por el mismo patrón; Para alguien como yo que lleva toda la vida usando los levis 501 de la talla 29-30, el aburrimiento en su estado más puro, menos mal que el “entorno” estaba muy adornado, algo que se agradecía visualmente.

Después tocaba arco, aprovechar la invitación era el único motivo consistente para pasear entre carritos de la compra, cuadros minimalistas con basura, o cerdos en equilibrio inestable, aquí no acompañaba ni la vista; ¿Es necesario disfrazarse de raro para pintar?, ¿Será obligatorio ser feo para poder interpretar el arte contemporáneo?. seguro que no, sería simplemente casualidad de un domingo por la mañana, fijo.