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  057. Lunes, 17 febrero, 2003

Capítulo Quincuagésimo séptimo: ¿Un gay al que le guste la sidra es un “gaitero”?

Me he comprado un sofá nuevo, azul, ancho, con unas extensiones para poner los pies; La vendedora me ha dicho de corrido las ventajas, como saboreando cada frase, hasta que llegó al precio y cambió ese tono de sonrisa de marketing por una inoportuna tos que le hace hablar como si tuviera piedras en la boca. Pero me lo compré que me hacía falta.

Ahora solo queda esperar a que me lo instalen, los sofás en las casas pequeñas más que colocarlos los instalan mediante en una delicada operación de ingeniería técnica que juega con el espacio para que todo encaje en su sitio y además puedas pasar a mirar por la ventana cuando se ponga a llover.

Y luego, como decía mi abuela, a disfrutarlo con salud, solo me queda elegir el modelo de peluche para hacer en punto de cruz con alguna vainica que otra para entretenerme en las largas tardes de invierno. Hay placeres tan intensos tan intensos, que nunca se les podrá poner precio, aunque con el sofá se han pasado.