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  Viernes, 29 noviembre, 2002

¿ Qué se puede esperar de un día que comienza con tener que levantarse?

Hay cosas, que por muy cotidianas que sean a uno le cuesta imaginarse que los demás las hagan, por ejemplo, y a costa de ponerme escatológico: cagar. Es evidente que todo el mundo caga, pero si damos una mirada por las personas que normalmente tratamos o conocemos, en la mayoría de los casos se nos hace difícil imaginarnos en esa postura que, al contrario de la de parir o la de mear, no distingue ni de sexos ni de religiones.

La verdad es qué la palabra no acompaña, por muy española de diccionario purista que sea, cagar suena mal, ni tan siquiera está en el corrector ortográfico del word y eso que es de la última versión, claro que algo aún más habitual como es mear tampoco aparece, ¿Alguien “micciona”?.

Siempre me acordaré de mi profesor de Patología, que de una manera que rozaba la crueldad, se ponía rojo de ira cuando en las prácticas algún alumno cursi aprendiz de anamnesis, le soltaba a los pacientes un montón de eufemismos con la única intención de preguntarle si cagaba bien, pregunta elemental y obligatoria en cualquier reconocimiento; El paciente, que jamás en su vida había defecado, pero que si cagaba perfectamente solo se atrevía a balbucear que si eso era grave mientras el profesor gritaba desesperadamente sobre que lo primero para acercarse al paciente es hacerse entender, y cagar es cagar en todas las partes.